Estuve pintando.
Compré óleos, me anoté en un taller, pinté unos tomates en un mantel recortado porque no sabía bien qué tela tenía que usar. Después quise pintar unos pochoclos. No me salieron bien aunque hice pochoclos de verdad, los fotografié, los miré, me los comí y me pasé semanas mirando las fotos y pensando en su forma. Después pinté los libros que tenía en la mesa de luz y fue divertido, casi fácil, colorido. Ahora quiero pintar más libros, ya empecé a dibujar una pila gigante. Y me gustaría pintar poetas, pero para eso tengo que practicar y supongo que tengo que preguntarles si no los molesta. Eso sí me da un poco más de pudor. Para escribir un poema sobre alguien no hay que avisarle ni pedirle permiso.
Cuando escribimos, siempre escribimos “de memoria”, y el recuerdo deforma los hechos. En cambio en una pintura se puede elegir entre intentar hacerlo de memoria o mirar una referencia. Por ahora intento con referencias aunque me estoy preguntando si debería hacerlo de memoria como cuando escribo, porque soy más poeta que pintora.
Cuando era chica pintar era una de mis cosas favoritas, con otras parecidas como hacer manualidades con cosas recicladas y dibujar. Esas actividades me gustaban de principio a fin: desde tener una idea y buscar o preguntar cómo podía representarla mejor (si con pinturas o recortando, con témperas o con acuarelas, o como una mini escultura…) hasta mostrársela a un adulto para que me dijera si le gustaba, para ver su reacción. Me gustaba cuando se sorprendían porque había representado algo real y lo reconocían: ¡¿Es nuestra casa?! ¡¿Son las frutillas que comimos?! ¡¿Es la abuela?!
Hay algo de eso en escribir un poema: tratar de ¿representar? o dar cuenta de algo; pero algo de lo que no tenemos muy claro los colores ni la forma, y después mostrarlo a ver qué pasa. Fernanda Laguna dijo una vez: mis primeras poesías eran descripciones de cuadros imposibles de pintar.
A lo mejor la diferencia es que en el poema no se mejora con la práctica. (No me malinterpreten: no quiero decir que no se pueda trabajar y entrenar la escritura, obviamente creo en eso y pienso que sí; pero me refiero a que no se puede decir “voy a practicar escribir un poema sobre la sensación de recuperar algo que habías dejar hace años pero sin nombrarlo hasta que me salga” como se puede practicar dibujar caras o manos. Igual no sé si es así como digo. Debería preguntarle a alguien que sepa pintar caras y manos.
Una vez escribí este poema que está en Cuando todo refugio se vuelva hostil:
Día 13
Estoy aprendiendo a dibujar caras
no sé para qué me sirve
pero pienso
que debería practicar
todos los días
hasta que me salgan reconocibles.
Intento con las de algunos famosos
después con las de algunos desconocidos.
Las de las personas que quiero
me las guardo para el final
quiero tener la experiencia suficiente
para que con sus retratos nada salga mal
sin embargo me aburro antes
abandono
sin llegar a ellos.
Después de eso no practiqué más, no dibujé ninguna cara por muchos muchos años.
Antes de ponerme a escribir sobre pintar había empezado a escribir sobre terminar las cosas. Terminar libros, en realidad. Porque en mayo sale mi próximo libro de poemas en Santos Locos. Se va a llamar Un grito en otra dirección. Y también sale en España, por Yegua de Troya (la ex Caballo de Troya de Random House reformulada por Gabriela Wiener) Viudas jóvenes, que es la novela que publiqué en Argentina en 2023. Los libros se terminan mucho antes de publicarse y se vuelven a terminar una y otra vez. Por ejemplo, Un grito en otra dirección lo “terminé” en mayo de 2024, hace un año. Eran poemas que había escrito durante el año anterior (y algunos antes), pero durante ese mes los edité mucho, les saqué partes, terminé algunos y escribí nuevos. Y la novela se podría decir que estaba terminada hace años, publicada y todo.
Pero hace poco, más o menos dos meses antes de que salieran, estuvimos terminando los dos libros con sus respectivos editor y editora hasta último momento, en varias capas. Agregando poemas y fragmentos, reescribiendo algunas cosas, haciendo correcciones. Quiero decir que ahora, cuando llega el momento de que las personas se encuentren con ellos, pasó mucho tiempo, los corrigieron muchas personas, y yo ya no me acuerdo tan bien “cómo son”.
A lo mejor cuando estaba en la playa en enero y se me ocurrió anotarme en un taller de pintura estaba pensando en algo parecido a eso. En volver a mostrar un poema cuando apenas está terminado (como cuando iba a un taller o cuando escribía y lo compartía casi sin editar en un blog) o directamente en mostrarle a mi mamá un dibujo para que me dijera si le había gustado.
Creo que, al final, lo que quería decir es lo importante y lindo que me parece compartir con otrxs lo que escribimos, lo que pintamos, lo que pensamos. Quisiera ponerme totalmente en contra de la idea de “escribir sin que te importe si alguien lo entiende”, “hacer lo que sientas sin pensar en lo que le parece a los demás” “no importa tanto si no se parece a lo querías que fuera”. En todo caso lo que hay que pensar es a quienes, la reacción de quién nos importa y la de quién no. Pero creo que en el fondo siempre se siente mejor lo colectivo y nos va a hacer más felices algo que creamos y nos enorgullece y entusiasma mostrar. Y que la idea súper individualista de que creamos para nosotros mismos es limitante, nos aisla y es peligrosa.
Cuando escribo, la sensación de que a lo mejor no vale la pena mostrarlo o que nadie lo va a leer siempre está ahí. Una imagen, en cambio, queda automáticamente a la vista. A lo mejor busco eso: volver un poco al principio, a mostrar todo lo que hago sin ningún filtro, a compartir por la simple ilusión de que alguien reconozca una forma familiar y se sorprenda.
Les dejo un poema de Fernanda Laguna, que es poeta y pintora, aunque este es un poema sobre las palabras.
Frase célebre
No quiero vivir en un mundo de palabras
aunque este libro esté hecho de ellas.
Las palabras no son actrices
que actúan hechos.
Las palabras se lavan la cara a la mañana
se miran al espejo.
Las palabras piensan
reflexionan
eligen y deciden.
Las palabras hacen chistes también
las palabras más lindas no son palabras.
Hasta acá llegamos por hoy. Me despido y como siempre si tenes amigxs que quieran sumarse a esta comunidad no dudes en invitarlxs así somos muchos más y recorda que tu apoyo nos permite seguir haciendo cosas como esta en la editorial. Podes ayudarnos por menos de lo que sale viajar en transporte publico suscribiéndote acá o podes comprarnos un cafecito o comprar nuestros libros en cualquiera de nuestras librerías amigas.